Los movimientos de fusiones y absorciones bancarias son un fenómeno que tomó impulso con la crisis económica, pero que ya se venía fraguando desde hace tiempo.
Desde hace años la gran banca obtiene cada vez un porcentaje mayor de sus beneficios fuera de España. El objetivo es crear titanes financieros que operen a escala global. Esta concentración bancaria pone en entredicho, una vez más, el mantra liberal del libre mercado y la concurrencia competitiva y nos acerca a organismos que poco a poco van adquiriendo una mayor relevancia política de la que incluso ahora disfrutan.
Según un informe publicado por FUNCAS, un think tank de la banca, desde 2008 a septiembre de 2015, el número de entidades de crédito en nuestro país ha caído un 24% (de 286 a 198). Es evidente que no hacía falta tantas entidades ni sucursales, que en muchos casos sólo han servido para meterse en tejemanejes políticos en Ayuntamientos y gobiernos Autonómicos; pero en modo alguno puede tolerarse una concentración de poder financiero sin cortapisas.
Apenas 16 entidades controlan un 90% del mercado español; y cinco de ellas (Santander, BBVA, Caixabank, Popular y Bankia) el 60% de las operaciones de activo y pasivo que se realizan en nuestro país. El riesgo de que este panorama derive en actuaciones contrarias a la competencia y por tanto perjudiciales a los consumidores se incrementa, máxime en un mercado bancario como el español que ha maltratado sistemáticamente los derechos de sus clientes. Baste recordar las cláusulas suelo, impuestas prácticamente por todas las entidades; la colocación indiscriminada de preferentes, como fórmula mágica de la banca para sanear sus cuentas; o las más recientes “comisiones en cajeros”, puesta en práctica por Caixabank y al que rápidamente pretendieron sumarse Santander y BBVA. A todos estos problemas ADICAE, como organización de consumidores ha hecho frente.
Al margen de estas prácticas con la clientela, la gestación de un oligopolio bancario derivará en otros factores de riesgo. El primero de ellos, el peso que en la economía tienen los servicios financieros cuyo ejemplo más pernicioso fue la gestación y estallido posterior de la crisis económica en 2007. No podemos olvidar por otra parte que la tela de araña financiera que recorre el planeta fue la responsable de que la deuda sintética de las conocidas hipotecas subprime se propagara como la peste negra. Ni tampoco el turismo fiscal que con total desparpajo y “legalidad” practica la banca con sus clientes más tramposos.
Pero sobre todo la mayor amenaza es su influencia política. Los poderes bancarios en nuestro país están en los consejos de administración de los grandes medios de comunicación; se sientan en los parlamentos, financiando a los partidos y ejerciendo su presión como lobby en la aprobación y desarrollo de la normativa. Los sucesivos varapalos del tribunal de Luxemburgo a la normativa hipotecaria española demuestran el dominio que tiene la banca a la hora de imponer sus intereses. Este proceso de la acumulación y concentración bancaria, que está en el ADN del sistema capitalista, tendrá cada vez mayor reflejo en el ámbito político y en la configuración de nuestros derechos, como el de la salud y las pensiones. El famoso TTIP es su manifestación más evidente a escala Europea. Cada vez menos banco, pero más poderosos. Por eso, como ciudadanos y consumidores debemos hacer frente de forma colectiva y organizada. Y es en esa lucha donde se sitúa ADICAE y para eso queremos contar con la participación de de todos, colectivos sociales y ciudadanía. Sólo juntos podemos hacerles frente.