Tras cinco años, ¿dónde está ahora el 15M?

El 15M fue un movimiento social que nació en la calle y que trato de oponer la espontaneidad y la participación colectiva al discurso político férreo y agotado tras más de 30 años de democracia. Algunos de los que participaron más activamente en este movimiento social parecen haberse apropiado de aquel espíritu de las plazas para ejercerlo en los despachos. Sin duda aire fresco para la carcomida política bipolar de nuestro país, pero también un riesgo de degradación y desarticulación para un movimiento que debe seguir perteneciendo a la sociedad.

Vuelven a las plazas aquellos que hace 5 años se sentaban en ellas para corear consignar y participar en asambleas ciudadanas. Ahora lo hacen, en muchos casos, para pedir el voto para nuevas formaciones políticas que aparecieron con la propuesta de recoger y “representa” aquel espíritu de protesta y renovación profunda que, decían, nada tenía que ver con los viejos partidos. Esta era la oferta, mantener el espíritu del 15M y emplearlo como herramienta al servicio del anhelado cambio. Aquellas plazas reunieron una masa heterogénea pero representativa de los problemas sociales. Parados, precarios, desahuciados, emigrantes y consumidores indignados por los abusos de la banca, se codeaban en torno a un voluntad común y unas ideas que poco a poco iban fraguando en debates y asambleas. El sentimiento de hartazgo frente a unos partidos que se habían desconectado de la ciudadanía y echado en brazos de los poderes económicos.

ADICAE y la participación en el 15M

La crisis catalizó un caldo de cultivo donde la indignación ya era latente en muchas organizaciones de la sociedad civil. Ya en 2009 el Congreso de ADICAE acordó dar absoluta prioridad a la movilización y reivindicación social de los ciudadanos y consumidores. La experiencia de años defendiendo a los consumidores y llevando sus problemas ante los representantes políticos había demostrado un claro retroceso en el papel del ciudadano como elemento fundamental para desarrollar una participación democrática efectiva. Política y mercado estaban, y siguen estando, cada vez más juntos, ejerciendo unas labores de dirección que dejan a los ciudadanos, a los consumidores y a la sociedad civil organizada sin capacidad de participación y como simples espectadores destinados a consumir y callar. Es por eso que ADICAE y sus socios apoyaron el movimiento 15-M porque reivindicó objetivos similares a los de ADICAE en aspectos como aumentar la participación social en las decisiones democráticas y poner coto a los abusos cometidos por las entidades financieras. Este es un ejemplo que demuestra que las ideas se generan en la lucha y la reivindicación social. No obstante, es evidente la necesidad de una estructura política que impulse cambios a nivel legal e institucional para plasmar las exigencias que plantea la sociedad. Los movimientos y organizaciones sociales cumplen un papel fundamental al vertebrar la sociedad y servir de transmisores de las inquietudes o injusticias que se fraguan en su seno. Este es el papel que debe cumplir un movimiento social, sea éste espontáneo o cristalizado en organizaciones.

La Política no solo pertenece a un partido

Las nuevas formaciones políticas que han concurrido a las últimas citas electorales desde las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 han tenido el merito de romper la cansina aritmética del bipartidismo. Un logro sin duda y un buen comienzo. Pero ello no excluye la necesidad de advertir de algunos peligros, y el mayor de ellos es el de pretender envasar el espíritu del 15M dentro de la etiqueta de unas siglas políticas. En el caso del 15M, no sólo porque nació con pretensiones “apartidistas” (que no políticas) sino porque encorsetar un movimiento social dentro de un partido significa su desarticulación. El partido, a la postre una estructura estática y burocrática de poder, puede acabar fagocitando toda vocación transformadora y acabar convirtiéndose en una maquinaria electoral, frustrando las expectativas sociales. La historia reciente está preñada de ejemplos.

Que no se repita la historia

Con la victoria del PSOE en 1982 se produjo un paulatino proceso de desgaste y degeneración en muchas organizaciones sociales que tan activas se habían mostrado durante el periodo anterior. El gobierno no solo ocupó todo el espacio institucional, sino también el social. Muchas organizaciones representativas se fueron convirtiendo en meras receptoras de subvenciones cuya única finalidad desde entonces sería la de apoyar al partido matriz. El clientelismo estaba servido y con él la desconexión paulatina entre sociedad y poder político. Es inadmisible que un partido pretenda arrojarse el derecho a ser portador de los objetivos, propósitos e inquietudes que nacen de un movimiento social que, por naturaleza, pertenece a la ciudadanía misma que lo pone en marcha. Y ello no sólo por el riego de que el partido acabe colonizando y desarticulando el movimiento, sino porque la Política es un espacio público que no pertenece en exclusiva a los partidos.

El 15M pertenece a los movimientos y organizaciones sociales

Esta separación entre sociedad y política es propia de concepciones liberales que pretenden aislar a las bases de la sociedad y utilizar el poder decisor para favorecer otros intereses espurios. Los partidos que dicen recoger las voluntades y principios que animaron al 15M harían bien en crear canales de participación y diálogo permanente entre las organizaciones de la sociedad civil y las instituciones representativas. La crítica y la movilización pertenecen a la sociedad, nunca a un partido.