El cambio climático, un problema para los consumidores

Se trata de evitar una subida de las temperaturas superior a 2ºC, que provocaría importantes modificaciones en el medio ambiente y cambios que afectarían a todos los consumidores del planeta.

Aunque el cambio climático puede parecer algo ajeno a los problemas diarios de los consumidores, lo cierto es que es determinante para asuntos clave como la alimentación, la energía o la salud. Así, en países como España, podría acrecentar la desertificación y sequía, con desastrosas consecuencias para la roducción de alimentos. A ello se sumaría que el aumento de las olas de calor obligaría a muchos hogares a instalar aire acondicionado y a consumir más electricidad. Aunque tradicionalmente en España se ha asociado el invierno con el mayor consumo de energía, lo cierto es que desde hace unos años los picos de consumo se producen en época estival. Incluso la salud se vería afectada, ya que serían más habituales enfermedades hasta ahora impensables por la latitud del país.

¿Qué pasará si las temperaturas aumentan más de 2ºC de media?

Para la mayoría de científicos, una subida de la temperatura media del planeta por encima de los 2ºC respecto a los niveles previos a la industrialización supondría marcar el punto de no retorno del cambio climático.

Algunas de las consecuencias que podría tener alcanzar los temidos 2ºC son: olas de calor que podrían afectar a la mitad de la población mundial, las sequías serían habituales en el área mediterránea, aumentaría la humedad relativa en otras latitudes hasta niveles tropicales, se reduciría la producción de alimentos, se producirán procesos migratorios, se extinguirían muchas especies animales y vegetales... En cualquier caso, incluso si se cumplieran los objetivos de la Cumbre de París, los efectos del cambio climático serían ya imparables. Los años 2011 a 2015 han sido el quinquenio más cálido desde que se tienen datos. Buena parte del incremento de la temperatura está siendo absorbido por los océanos, con lo cual sube la temperatura de sus aguas. Como prueba de ello, la extensión helada del Ártico cada vez es menor. El aumento del nivel del mar supondrá un grave problema para los habitantes de islas y zonas costeras.

Acuerdos con incertidumbre

En este contexto, se van a cumplir 6 meses de la Cumbre del Clima de París celebrada en diciembre del año pasado y que se saldó con titulares esperanzadores. Los 196 países participantes llegaron a un acuerdo de mínimos por el que se comprometen a tratar de frenar la subida de la temperatura. Aunque ha sido calificado como un encuentro “histórico”, lo cierto es que los compromisos adquiridos incluyen muchos condicionantes y vaguedades que no garantizan un cambio real en las políticas medioambientales.

No es cuestión baladí: un aumento de las temperaturas globales superior a tan solo 2ºC podría producir, dependiendo de las zonas, sequías, inundaciones, olas de calor o frío extremo... Situaciones que pueden afectar de forma sustancial a importantes ámbitos del consumo, como la alimentación o la energía. La Cumbre de París suscribió “mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2ºC con respecto a los niveles preindustriales y perseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5ºC”. En la actualidad, la temperatura ya ha subido un 0,8% respecto a las cifras registradas antes de la industrialización. Algunas de las medidas planteadas para lograr el objetivo pasan por un ahorro de energía, inversión en renovables y la reforestación de los bosques.

Cierre en falso

Sin embargo, ese acuerdo se cerró en falso, sin que se haya fijado un programa vinculante ni un acuerdo presupuestario firme para reducir las emisiones contaminantes de aquí a 2050. Las lagunas que deja el acuerdo son muchas. Así, en primer lugar, el compromiso de cada país en esta causa es voluntario, no obligatorio. De los 196 países firmantes, 186 ya han anunciado que tomarán medidas para reducir sus emisiones de gas de efecto invernadero de cara al año 2025. Sin embargo, incluso si cumplen esas previsiones, se estima que el aumento de la temperatura sería de 3ºC. Otro de los principales obstáculos para que el cumplimiento del auerdo sea efectivo es la financiación, cuya meta está fijada en 100.000 millones de dólares.

Y es que el compromiso de aportar dinero para esta causa solo fue asumido por los países desarrollados, mientras que para las potencias emergentes (como Brasil, China o India) las donaciones serán voluntarias. Voces críticas con el acuerdo han señalado que para lograr el objetivo de frenar el calentamiento en 1,5ºC sería necesario rebajar las emisiones entre un 70% y un 95% a mediados de este siglo. Sin un mandato claro en el acuerdo de París para dejar de usar combustibles fósiles, parece que lograr esta reducción será difícil. En el lado positivo, la Cumbre de París ha lanzado un mensaje claro: el modelo energético y productivo debe cambiar para ser más sostenible.